Meninas
LAS MENINAS DE SERRA
Por Antonio Gil-Terrón Puchades
(mayo de 2000)
Pedro de Madrazo, en su excelso catálogo – no por razonado menos intuitivo – sobre el Museo del Prado, exclama, al encontrarse con Las Meninas, que es el primer cuadro del mundo como facsímile de la naturaleza.
Armando Serra, el bueno de Armando, desbordando de alma, corazón y vida, es la negación misma de cualquier intento de producir, reproducir, un facsímile de su propia persona, con su personalidad, y es tal vez por ello, por lo que – desde la frustración de lo irrepetible – se recrea en crear, que de hecho es recrear, con aguas y tintas, otras Meninas que no por suyas menos.
Las Meninas de Serra, tienen alma, aunque eso sí, un poco rota; tan rota como sus trazos – nerviosos e inquietos – que irrumpen sobre la cartulina un tanto precipitadamente en un parto de arte poco cromático, aunque no por ello de menos arte.
A caballo entre el carnaval veneciano y la pintura negra de Goya, Las Meninas de Serra son capaces de traducir – con mayor soltura y madurez – esa vida pujante que las piedras le negaron. Aquellos que hayan seguido su intermitente obra sabrán de lo que hablo.